Por ti aprendería a caminar sin los pies.
Cuando lo consiguiese,
sin ninguna duda, buscaría hasta la torre de Babel.
Allí preguntaría por ti, incluso en esperanto si hiciera falta,
y cuando por fin me digan donde estás,
me iría:
corriendo, sin pies, extranjero y analfabeto a encontrarte.
Porque al fin y al cabo, todo junto tiene más mérito.